Un estudio del Banco Mundial cuestiona los beneficios de las grandes represas. Hoy, en todo el mundo, se realizarán marchas de protesta. En la Argentina tendrán lugar en Capital Federal y Esquel.
El Banco Mundial fue durante décadas el impulsor de la construcción de grandes represas, pero ahora un estudio de su propia autoría reconoce las consecuencias negativas que acarrean esas faraónicas obras: sobreprecios, degradación del medio ambiente y desplazamiento de comunidades que nunca recuperan su estándar de vida, son sólo algunas de las secuelas que afectan a cientos de países y 80 millones de personas. Hoy, en el Día de Acción Internacional Contra las Represas, habrá movilizaciones en todo el mundo. En la Argentina, con los casos testigo de Yacyretá en Misiones, Salto Grande en Entre Ríos y Futaleufú en Chubut, se realizarán marchas en Capital Federal y Esquel.
La Comisión Mundial de Represas (CMR) -patrocinada por el Banco Mundial-, en su informe «Represas y desarrollo: un nuevo marco para la toma de decisiones», detalla que existen 45 mil represas que «fragmentaron y transformaron» la mitad de los ríos del mundo, desplazaron a 80 millones de personas, degradaron el ambiente, afectaron negativamente a las poblaciones donde se construyeron, produjeron endeudamientos y llevaron consigo sobreprecios.
«En demasiados casos se ha pagado un precio inaceptable, y frecuentemente innecesario, especialmente en términos sociales y ambientales por parte de las personas desplazadas, las comunidades río abajo, los contribuyentes fiscales y el medio ambiente», remarca la CMR. El trabajo, el primero a nivel mundial y donde participó el BM, avanza sobre la cuestión de fondo: la necesidad de debatir la posibilidad de reemplazar la energía hidroeléctrica por energías que preserven el medio ambiente natural y cultural. Además, los pueblos movilizados por el tema suman un punto: la importancia de que cada comunidad decida qué tipo de desarrollo desea.
En todos los casos estudiados se reconoce que las poblaciones desplazadas nunca recuperaron su estándar de vida, que son víctimas de enfermedades derivadas de la obra y que padecen una tasa muy alta de trastornos psicológicos. «Al no considerarse adecuadamente los costos ambientales y sociales, ni cumplirse los compromisos adquiridos, se ha producido el empobrecimiento y sufrimiento de millones de personas», afirma el trabajo.
En la Argentina existen 101 represas, de diferentes envergaduras, pero aún no hay cifras globales sobre los afectados ni estudio sobre las consecuencias provocadas. Según datos de la Coalición Internacional Ríos Vivos -integrada por organizaciones ambientales, sociales y pueblos originarios-, la represa de El Chocón -en Neuquén- inundó 83 mil hectáreas y desplazó a 700 personas; la de Salto Grande -en Entre Ríos- inutilizó 29 mil hectáreas y obligó a la relocalización de 20 mil personas; y si Yacyretá se completa, su lago cubrirá 167 mil hectáreas y, en total, 80 mil las personas que serán obligadas a dejar sus tierras ancestrales.
«El Plan Energético Nacional 2004-2008 tiene un presupuesto de más de 11 mil millones de pesos y no contempla un solo centavo para energías renovables ni eficiencia energética, pero sí para subir el embalse de la represa de Yacyretá», advirtió Elba Stancich, del Taller Ecologista de Rosario. Y afirmó que el mismo plan reconoce entre sus objetivos avanzar en represas binacionales de Garabí (con Brasil) y Corpus Christi (con Paraguay).
El irlandés Patrick McCully, autor del libro Ríos silenciados: ecología y política de las grandes represas y uno de los principales referentes en el tema, afirma que las represas a gran escala destruyen el medio ambiente e impactan negativamente en las poblaciones. Sobre el papel del BM, el especialista remarcó que «el Banco Mundial, que por años fue el único y mayor patrocinador para la industria de las represas, intenta alejarse de las críticas y actualmente subsidia menos de la mitad de las represas que en el momento de mayor auge». McCully también propone avanzar sobre la implementación de energías alternativas, como la solar y la eólica.
En el libro se destaca que los proyectos hidroeléctricos inundan tierras fértiles, extinguen especies, desplazan a miles de personas de sus hogares, emiten gases que contribuyen al calentamiento del planeta y no son, aunque se publicite lo contrario, una fuente de energía renovable debido a la sedimentación que sufren. Todos los mismos argumentos figuran en el estudio de la CMR.
El informe internacional señala que un tercio de los países depende de la energía hidráulica para satisfacer más de la mitad de su suministro eléctrico y sostiene que las grandes represas generan el 19 por ciento de la electricidad mundial. Remarca que casi el 70 por ciento de las grandes represas están ubicadas en países del Tercer Mundo.
La CMR también realizó recomendaciones: equidad en la distribución de los recursos y de los beneficios, sustentabilidad en el uso de los recursos básicos que se están agotando, apertura y participación activa de todos los sectores en la toma de decisiones, eficiencia en la administración del desarrollo de infraestructuras y consideración hacia las generaciones presentes y futuras.