Página12 accedió al informe oficial sobre el agrotóxico. Solicita nuevos estudios, no llega a conclusiones claras y no define si es inocuo o perjudicial. Críticas de académicos y científicos.

Duro cuestionamiento a un informe oficial sobre glifosatoUtiliza bibliografía sesgada. Recorta la problemática. Se equiparan estudios de Monsanto (la principal empresa involucrada) con trabajos de científicos independientes. Y, sobre todo, hay una total ausencia del principio precautorio –la exigencia legal de, ante incertidumbre, prevenir consecuencias en la salud y el ambiente–. Son algunas de las críticas que recibió, por parte de diversos investigadores y científicos, un informe sobre el glifosato realizado por el Conicet y la Comisión Nacional de Investigación sobre Agroquímicos. “El objetivo del informe implica una visión reduccionista y fragmentaria que pretende simplificar una situación compleja, excluyendo al sujeto y parcializando la construcción del conocimiento. El informe es una simple enumeración de bibliografía, con muy poco análisis crítico, reflexivo y comparativo de sus resultados”, aseguró la doctora en ciencias naturales Norma Sánchez, profesora titular de Ecología de Plagas de la Universidad Nacional de La Plata e investigadora independiente del Conicet. El Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), que forma parte de la Comisión Nacional y aparece avalando el trabajo, aclaró que no suscribe al informe.

El glifosato es el agroquímico base de la industria sojera. Señalado hace una década por sus efectos adversos en la salud y el ambiente. La presidenta Cristina Fernández creó en enero pasado la Comisión Nacional de Investigación para que estudie la problemática. “Evaluación de la información científica vinculada al glifosato en su incidencia sobre la salud y el ambiente”, es el título del informe firmado por el “Consejo Científico Interdisciplinario” del Conicet y la Comisión Nacional. Seis capítulos y 130 carillas que recopila estudios y donde es recurrente una conclusión: la necesidad de investigaciones sobre los efectos del glifosato. No define si es inocuo o perjudicial.

Ante la incertidumbre, el Conicet no cuestiona que se continúe utilizando en el país 180 millones de litros de glifosato al año. Allí radica la sorpresa, y malestar, de los científicos consultados. “La legislación reza que ante la duda debe aplicarse el principio precautorio. Esto quiere decir que debe suspenderse la aplicación del producto en cuestión hasta tanto se realizan los estudios pertinentes que demuestran su inocuidad. No es ético ni razonable investigar una vez que el daño ya está hecho y es irreversible”, denunció el bioquímico y jefe del Laboratorio de Biología Molecular de la Universidad Nacional del Nordeste, Raúl Horacio Lucero.

El profesor titular de Biología Evolutiva en la Universidad Nacional de Córdoba y Premio Nóbel Alternativo 2004, Raúl Montenegro, precisó: “Es muy grave que ningún capítulo se aborda el principio de precaución que establece la Ley Nacional del Ambiente 25.675. ¿Es legal analizar el glifosato sin considerarlo en el marco de la legislación vigente?”.

El informe del Conicet cita reiteradamente un trabajo de Gary Williams, Robert Kroes y de Ian Munro del 2000. Lo referencia en 32 oportunidades y lo utiliza como escudo de protección ante los estudios críticos sobre glifosato. “La recopilación de Williams fue patrocinada por la empresa Monsanto. El mundo académico lo sabe. Aún así, en el informe del Conicet muchas investigaciones independientes resultaron invalidadas por las observaciones realizadas por Williams para Monsanto”, lamentó Fernando Mañas, becario del Conicet, especializado en daño genético producido por glifosato, citado en el informe y con tres publicaciones internacionales en la temática.

El informe utiliza reiteradamente la información proveniente de Monsanto para sostener su inocuidad, sin contradecirla o ponerla en duda. Entre las páginas 42 y 100 se menciona en 19 oportunidades a trabajos, reportes y fichas técnicas tomadas de Monsanto y que nunca fueron publicadas en su totalidad. Cuando el informe aborda la “experimentación en mamíferos no humanos”, explicita: “Los resultados originales no pudieron ser consultados directamente pues se trata de reportes nunca publicados del Laboratorio de Salud perteneciente al grupo Monsanto”, reconoce en la página 64. Sin embargo, los mismos materiales de Monsanto son utilizados para refutar investigaciones independientes.

El trabajo de Williams-Monsanto también es utilizado para refutar la absorción dérmica del glifosato, la toxicidad aguda y los posibles efectos cancerigenos. Dentro de las conclusiones se reconoce que los estudios que señalan al glifosato y sus componentes como dañinos para mamíferos son abundantes y confiables. Y reconoce que las únicas dudas provienen de científicos de Monsanto. Aún así, el Conicet no toma postura clara en el tema.

El informe del Conicet considera que “la toxicidad sobre organismos terrestres es leve o moderada y se manifiesta mayormente sobre aspectos subletales”. La investigadora y profesora de Ecología de Plagas de la Universidad de La Plata, Norma Sánchez, remarca que esa afirmación “es incorrecta”. “Decir que el efecto es leve o moderado no se desprende de gran parte de la bibliografía citada ni de la existente que no ha sido mencionada. Pareciera considerar que los efectos subletales son menos importantes que los letales, lo cual desde el punto de vista ecológico es un error. Los efectos subletales pueden conducir a la desaparición de muchas especies, afectando la biodiversidad en forma drástica”, explicó Sánchez.

Página/12 intentó contactarse con los coordinadores de la Comisión Nacional, Mariana Valls y Alejandro Rossi, ambos abogados, pero desde el Área de Prensa del Ministerio de Salud no devolvieron el llamado. También se intentó hablar con autoridades del Conicet, pero desde la institución explicaron que la presidenta, Marta Rovira, estaba de viaje.

El jefe del Laboratorio de Biología Molecular de la Universidad Nacional del Nordeste, Raúl Horacio Lucero, no salía de su asombro por la elección bibliográfica del Conicet. “Williams es Monsanto. Es increíble que para validar la toxicidad o no de un producto se tenga en cuenta bibliografía generada por el mismo actor que lo comercializa”.

La página 67 del informe oficial reconoce que, “utilizando la misma información que acepta y difunde Monsanto”, la EPA (Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos) clasificó al glifosato como perteneciente al “Grupo E” (sin evidencia de efecto carcinogénico en humanos). El equipo científico del Conicet no cuestiona ese hecho.

El investigador Fernando Mañas explicó que “las ‘investigaciones como la de Williams, a pedido de Monsanto, sirvieron para que la gran mayoría de las agencias regulatorias clasifiquen al herbicida como de baja toxicidad. Así actuaron las estadounidense EPA y FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos), la OMS (Organización Mundial de la Salud) y, a nivel local, el Senasa”.

Desde la Universidad de La Plata y con trabajos publicados sobre el tema, Sánchez, introduce otros dos elementos críticos. “El Informe  presenta una visión netamente productivista cuando habla del uso del glifosato en el sistema productivo. Subestima aspectos ecológicos, sociales y económicos fundamentales y estrechamente ligados a la sustentabilidad agrícola. No se mencionan libros, informes y artículos publicados que fundamentan estos aspectos”, denuncia.

“El capítulo dos es extremadamente pobre, no contiene cifras, está desactualizado e ignora fenómenos sociales sobre los cuales existe abundante bibliografía. No sólo no completa el análisis de la profusa bibliografía con referato disponible, sino que menciona literatura gris muy sesgada”, advirtió el biólogo Montenegro.

Los datos sobre abortos espontáneos, fertilidad reducida y malformaciones son aceptados por el Conicet. Pero es relativizado por la “insuficiente información”. “Dicen que ‘en la Argentina no hay suficientes datos sobre los efectos del glifosato sobre la salud humana, por lo cual se deberían encarar las investigaciones correspondientes’. Aunque esto fuera así, actualmente hay datos alarmantes de investigadores de otros países sobre los cuales no emiten opinión y no concluyen nada al respecto”, cuestionó Sánchez.

Página12 se comunicó con las distintas instituciones que conforman la Comisión Nacional. Desde la Secretaría de Medio Ambiente no hubo respuesta. La Gerencia de Comunicación del INTA explicó que opinará cuando la Comisión Nacional autorice la difusión total de su trabajo. Desde el INTI fueron formales pero tajantes: “La institución cree haber realizado todos los aportes posibles a la Comisión desde su mirada de tecnología industrial y su participación dejó de ser operativa. No participa más de la Comisión y, por ende, no firmará ningún informe que fije políticas a futuro, que no son de su competencia directa”. Sin embargo, la página dos del informe hace partícipe al INTI del trabajo.

“El informe tiene vacíos éticos importantes. Debió ser sometido a referato. Y tiene una mediocridad técnica apabullante”, aseguró el biólogo y docente de la Universidad de Córdoba, Montenegro. “Las conclusiones son inconsistentes y confusas”, resumió la investigadora de la Universidad de La Plata, Sánchez, y lamentó que el informe “parece ignorar que la ciencia es una construcción social que debe cuestionar aspectos éticos y contribuir a alterar políticas de acción que no conduzcan al bien común”.

————————-

Dudas y temor

Un punto que generó dudas en los científicos consultados es cómo el Conicet designó a los integrantes del “Consejo Científico Interdisciplinario”. No hubo convocatoria abierta, ni concurso. Y   es llamativo que no existen referencias sobre quiénes son los autores de cada capítulo. Las áreas de prensa de Conicet, INTA e INTI desconocen la metodología de elección. El 4 de mayo último, el Comité de Ética en la Ciencia y Tecnología (Cecte) había solicitado una comisión interdisciplinaria que estudiara el tema. Pero la ausencia de epidemiólogos, sociólogos rurales, especialistas en genética clínica, oncología, biología del desarrollo y genética molecular –todas áreas de incumbencia directa en la temática– contradice al Cecte.

Claudio Marco Ghersa sí fue convocado para el informe. Es ingeniero agrónomo y director del Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas (Ifeva). En 2008 fue director de “cursos de especialización” organizados por Aapresid (la ONG que impulsó la sojización, donde participan los mayores productores del país) y al Facultad de Agronomía. Y cuenta con al menos dos investigaciones en coautoría con Monsanto –“Glyphosate-resistant weeds of South American cropping systems” (2008) y “Evolution of Glyphosate-Resistant Johnsongrass (Sorghum halepense) in Glyphosate-Resistant Soybean” (2007)–.

Ghersa también integró la Conabia (Comisión Nacional Asesora de Biotecnología de la Secretaría de Agricultura), el cuestionado organismo que dio luz verde a la soja transgénica y al uso de glifosato (sin realizar estudios propios para su aprobación).

Por otro lado, cinco reconocidos científicos del Conicet, investigadores del tema agrotóxicos con publicaciones en revistas científicas de primera línea, rechazaron hablar por un mismo temor: las represalias institucionales que pudieran tener. “Si cuestiono el informe del Conicet, que brinda muchos elementos para la crítica, corren riesgos las becas de mi grupo de trabajo. No puedo exponer a mi equipo”, sinceró una reconocida investigadora de una universidad nacional, que hace seis años trabajo sobre el tema agrotóxicos. Un becario con trabajos publicados fue en la misma línea: “Lo consulté con mi director de estudios y puede traernos inconvenientes”. Paradigmático el caso de un científico de reconocimiento internacional, con 35 años de experiencia en el tema. “Nosotros dependemos del aval del Conicet para nuestros trabajos. Hoy en día no lo podemos poner en riesgo”.
El Conicet es la “marca” más deseada en el ámbito académico nacional.

Ver versión publicada en Página 12 el 2 de Septiembre de 2009