En rechazo a la actividad minera, y de igual forma que decenas de pueblos de zonas cordilleranas, nacieron en Neuquén la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Campana Mahuida (Avacam) y de Loncopué (Aval), las dos localidades más cercanas al yacimiento. Todos los martes se reunieron, se informaron y de allí nacieron movilizaciones, campañas informativas, volanteadas, cortes de ruta. Siempre junto con la comunidad mapuche Mellao Morales.
Maestros, pequeños estancieros, estudiantes, amas de casa, la Iglesia Católica local e indígenas comenzaron a articularse como nunca antes. La organización llegó a reunir a dos mil habitantes en una ciudad de cinco mil personas. En mayo de 2009 también hubo una gran marcha en el centro de Neuquén, pidiendo que se sancione una ley de prohibición minera (como existe en siete provincias). Y sobrevino la represalia: 21 personas procesadas judicialmente, referentes de las asambleas y trece de ellos de la comunidad mapuche por el “delito” de cortar una ruta.
Enfrentaron juntos a grupos de choque (que los asambleístas vincularon con el gobierno provincial). Conocieron de intentos de división, hubo ofrecimientos de dinero, empleos, colchones, promesas de trabajo en la mina. Hubo denuncias de persecución a docentes que participan de la asamblea y la radio FM Arco Iris, que cubrió de cerca la movilización, sufrió la destrucción de su transmisor.
“El Estado hostiga a los disidentes de las políticas mineras oficiales, pero los intereses extractivos no han podido ingresar a territorio mapuche”, explica el militante y abogado de la Asamblea de Loncopué, Cristian Hendrickse, y detalla quizás una de las claves de la lucha: “Se dio aquí un caso interesante de unión de sectores muy heterogéneos para defender el medio ambiente. En los cortes de ruta podían verse mapuches junto a estancieros, paisanos junto a docentes, nacidos y criados con venidos de otros lugares. Los idiomas eran distintos pero la voz era y es una sola: No pasarán”.
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