Los cosechadores de yerba cuestionan la especulación de las grandes empresas y denuncian trabajo esclavo. Trabajan hasta doce horas diarias por 60 pesos, el equivalente a tres paquetes de yerba.

Texto: Darío Aranda (Desde Montecarlo, Misiones)

Foto: sub.coop

El galpón es amplio, humilde, piso irregular, paredes sin revoque y luz tenue. Es de noche y llueve en el oeste de Misiones. Las gotas se hacen escuchar en la chapa y por momentos silencian la voz de Cristóbal Maidana, secretario general del Sindicato de Tareferos (cosechadores de yerba). “Que el placer de tomar mate no descanse sobre la esclavitud del tarefero”, resume la bandera blanca que cuelga en la pared. Maidana explica: “Es nuestra consigna y es también nuestra lucha”. Son el último eslabón del “oro verde”, la yerba mate, los históricos explotados de un negocio millonario. La yerba aumentó el último mes un 90 por ciento, promedio. Y los tareferos gritan: “Rechazamos el incremento desmedido del paquete de yerba en góndola. Nuestro estado de alerta y movilización es por condiciones de trabajo dignas y también como repudio a esas grandes empresas que intentan engañar a la gente diciendo que el precio de la yerba se incrementa para que los trabajadores estemos mejor”.

La distancia entre el hogar y el yerbal determina la hora de levantarse, siempre de madrugada, entre las 4 y las 6. Un camión recorre los barrios, sube a los trabajadores al acoplado y comienza la travesía. Pueden ser veinte kilómetros, también 40 o 50. A las 7 están en el yerbal, mojados por el rocío y la helada. Tijera o serrucho en mano, cortan las ramas pequeñas de la planta, acumulan las hojas sobre plásticos abiertos como mantel que esperan en el piso. Luego se unen las puntas del plástico y forman una gran bolsa, el “raído”, cien kilos, 20 pesos. Un tarefero experimentado, y con suerte, puede hacer cuatro raídos al día, 80 pesos de salario bruto, con descuentos se transforma en 60 pesos en mano, por jornadas de nueve a doce horas: equivale a tres kilos de yerba.

“Los más explotados de la cadena de la yerba son quienes más hicieron por el productor. El aumento de la hoja verde es un reclamo de los tareferos, para que cobre más el productor y así llegue más al tarefero, pero otra vez nos han jodido”, lamenta Rubén Ortiz, docente rural, referente técnico de los cosechadores, miembro de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA, línea Pablo Micheli, donde participa el sindicato de tareferos). Explica que en la cadena de la yerba funciona la “teoría del derrame”. El imaginario del mundo yerbatero promete que si el productor recibe mejor precio por el kilo de hoja verde, más recibirá el contratista y éste pagará mejor salario el tarefero.

El Ministerio de Agricultura de la Nación aumentó a inicios de abril el precio del kilo de hoja seca de 90 centavos a 1,70 pesos y la “canchada” (seca) de 3,30 a 6,90 pesos. De inmediato el precio en góndola pasó de 11 pesos el kilo a entre 20 y 25. Y también hubo, sobre todo en supermercados, faltantes del producto.

“Es pura avivada de las cuatro grandes empresas y de la cadena de comercialización. Tenga en cuenta que la yerba que hoy está en góndola se pagó al productor a precio del año pasado, no se justifica el aumento. Y, si pongale sumamos el aumento actual, igual no debiera valer más de 15 o 16 pesos el kilo en góndola”, afirma Ortiz y apunta al fondo de la inequidad: “Del precio de cada kilo de yerba, el 25 por ciento se reparte entre Estado (a través de impuestos), productor, contratista y tarefero. Y el 75 por ciento queda para los molinos, grandes empresas y comercializadoras. Ahí es donde se condena al tarefero a la esclavitud. Cambiar esa injusticia es una decisión política”.

El sindicato apunta a cuatro grandes empresas. Las Marías (Taragüi, La Unión, La Merced), La Cachuera (Amanda), Molinos Río de La Plata (Cruz de Malta y Nobleza Gaucha) y Hreñuk SA (Rosamonte). También culpan al INYM, la “complicidad” de Uatre y a la responsabilidad de los funcionarios provinciales y nacionales. “Todos saben que Uatre no defiende al trabajador rural, pero el Ministerio de Trabajo nos niega la inscripción gremial”, recuerda Maidana.

-¿Hay alguna yerba que se coseche con trabajadores bien pagos?

Ortiz se toma un momento para responder y avisa que lamenta la respuesta que vendrá: “Las grandes marcas son las que más explotan al tarefero, pero lamentablemente todas las marcas se hacen con el trabajo esclavo, incluso a la yerba de pequeños productores, algunos de ellos con discursos de reivindicaciones sociales, se levanta con la explotación del tarefero. Es una pena, pero es la triste verdad del yerbal”.

El viernes 20 de abril, los productores explicitaron su malestar. En Misiones se informó que al precio de 1,70 por kilo de hoja verde había que descontar el 21 por ciento de IVA, por lo cual el productor recibiría 1,35, mucho menos de lo aceptado tres semanas atrás. El INYM desmintió, recordó que –como siempre– el anuncio es libre de impuestos. No alcanzó para calmar a productores y tareferos.

El lunes 23 hubo asamblea tarefera en Montecarlo. “De producirse reducción en los salarios acordado, los trabajadores de inmediato iniciaremos medidas de acción directa”, advirtió el sindicato, nacido en 2009, 3000 afiliados, cuatro procesados por exigir sus derechos en la Ruta Nacional 12 (une Posadas con Puerto Iguazú), única manera de visibilizar al cosechero.

El secretario general del sindicato recuerda que no tienen obra social (aunque estén en blanco, por el bajo salario no llegan al piso de 2000 pesos mensuales que les exige la Obra Social de los Trabajadores Rurales y Estibadores –Osprera/Uatre–) y hace la lista de enfermedades más comunes: desvío de columna, artritis, problemas de riñones, rodillas y manos; brazos acalambrados durante horas, intoxicaciones con agrotóxicos. “Te mata el frío y el estar mojado todo el día”, precisa Ortiz.

En la puerta del galpón del sindicato, en unas sillas de plástico blancas, un grupo de hombres toma mate. Maidana pide que observe a un hombre alto, delgado, tez morena, cabello azabache bien corto, camisa a cuadros. Y sentencia: “No le da más (el cuerpo). Quiere, pero ya no puede. Tiene 45 años, 30 años de tarefear, sin obra social, sin jubilación. Imagine qué futuro le espera a este trabajador y a otros miles como él. Es muy duro, pero sobre todo es muy injusto. Cuando en Buenos Aires pongan la pava, ojalá recuerden sobre qué espalda arruinada descansa el placer de matear”.

 

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Imprescindibles, pero maltratados

Por D. A.

El Ministerio de Agricultura de Nación, en su “Informe de coyuntura cadena de infusiones. Yerba mate”, precisa que en Misiones vive el 97 por ciento de los productores de yerba (16995), el resto está en Corrientes (526). El 76 por ciento cuenta con menos de diez hectáreas. También existen 239 secaderos (el 94 por ciento en Misiones) y 149 molinos. Ni el Ministerio ni el Instituto Nacional de Yerba Mate (INYM) contabilizan a dos actores. Uno, nacido en la década del 90 y evitable, los contratistas (tercerizadas). El segundo, histórico e imprescindible, el tarefero. “No hay datos oficiales. Nosotros calculamos, por toneladas cosechadas oficiales, cerca de 21 mil, 70 por ciento de trabajo en negro. Hay ciudades como Andresito donde el 90 por ciento de los tareferos está en negro”, explica el secretario general del Sindicato de Tareferos, Cristóbal Maidana.

Los cosechadores tienen trabajo durante sólo seis meses al año, entre marzo y agosto, y un promedio de trabajo de quince días al mes. Cuando llueve no se entra al yerbal durante dos días. Y en Misiones llueve seguido.

La peor parte la llevan quienes viven en los campamentos, en el yerbal. Bajo plásticos que hacen de techo y pared, sin agua ni baños, escasa comida, condiciones propias del siglo XIX. En el último año, la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) denunció al menos diez campamentos que no reunían ninguna de las condiciones básicas de trabajo digno. “Es lo más común, muchas veces nosotros mismos llevamos a la AFIP hasta los campamentos. El Ministerio de Trabajo y la Uatre (sindicato rural) no hacen nada –explica Maidana–. Me entristece que con tanta riqueza nos tengan tan castigados”.

Ortiz advierte: “Los contratistas son un fenómeno de los 90. Le sacan al productor, pero sobre todo al terefero. La mayoría son punteros políticos, de todos los colores, con esa caja financia la política, por eso no desaparecerán y nadie los controla”.

La lluvia cae con fuerza en Montecarlo, pueblo prolijo de 18.000 habitantes. No habrá tarefa durante dos días. Casi no se escucha la voz de Maidana, 42 años, aunque aparenta al menos diez más. Sus padres tenían campo, pero fueron desalojados en la década del 70. Con doce hermanos, su destino a los 13 años fue la tarefa. Tiene siete hijos y sueña con que ellos escapen al círculo de pobreza que condena el yerbal. Aporta un dato que desnuda la explotación laboral. “En Montecarlo más de la mitad de los hombres es tarefero. ¿Sabe cuántos jubilados tareferos hay?”. Espera respuesta del periodista, hace silencio de segundos, aumenta la expectativa: “En toda la ciudad hay sólo tres jubilados tareferos. Es la prueba concreta de la explotación laboral y donde Estado y empresas son responsables”.

* El artículo original fue publicado inicialmente en el diario Página12 el 28 de abril de 2012.