En Argentina se pasó de votar con esperanza (1983 / 1989) a votar al «mal menor» durante décadas. Y, 2023, es la primera vez que se vota por (y con) miedo.
Esta democracia, donde seis de cada diez pibes/as es pobre, cruje desde hace rato, pero muchos no quisieron escuchar. Y miraron para otro lado durante años.
Un poema, muy conocido, que se puede parafrasear:
-Primero mataron a Roberto López (2010), abuelo Qom de Formosa. Donde las comunidades denunciaron la falta de democracia y el feudalismo.
Pero a mí no me importó porque no era Qom ni vivía en Formosa. Y, además, criticar eso era hacerle «el juego a la derecha» (según decían desde el campo «nacional y popular»).
-Luego reprimieron durante siete horas en Neuquén, para aprobar el pacto Chevron-YPF y explotar Vaca Muerta.
Pero como yo no era mapuche y el petróleo lo necesitaba para el auto, tampoco me importó.
-Fumigaron con agrotóxicos a los niños y niñas en escuelas rurales.
Pero como mis hijos iban a otras escuelas, me convencí de que era una «contradicción secundaria».
-Luego encarcelaron durante 14 días, sin pruebas, a una decena de asambleístas de Andalgalá que luchan por el cuidado del agua y rechazan la megaminería. Ellos (como en Jáchal) suelen denunciar la «dictadura minera» que padecen a diario (y desde hace décadas).
Pero como yo tenía agua y acá no había mineras, tampoco me importó.
Ahora la ultraderecha viene por todos. Ojalá no sea demasiado tarde.